Paginas de mi Moleskine

El efecto boomerang es la mar de divertido. Pongamos, por ejemplo que un vecino (1) habla fatal de otro vecino (2) con el que se ha peleado. O un hermano de otro. O un ex de otro ex. (así, ejemplos elegidos al tuntún). Esta persona 1 segrega y reparte y planta y cultiva un odio acérrimo hacia el personaje 2. Y el coletivo que rodea a persona 1 termina por odiar, como es lógico, a personaje 2.

Pero el tiempo pasa, lo cura todo, los hermanos se vuelven a hablar, los vecinos se piden, de nuevo, huevos y/o sal (cuando no un deja que salga un huevo ;-) y los ex vuelven. Y claro, ¿cómo es esa reacción de colectivo que rodea a personaje 1 frente al personaje 2? ¿Cómo mirarle y, de nuevo, quererle? ¿Cómo tragarnos nuestras palabras incriminatorias y críticas, los insultos y miradas de desprecio de todo el colectivo al personajillo 2?

Pues es dificil, no nos vamos a engañar.

Y, ¿qué hace, mientas, el personaje 2? Pues nada. Contempla, divertido, como el grupo se intenta recomponer... y se sienta delante de la puerta de su casa esperando a ver pasar el cadaver de su enemigo. (refrán árabe, sin duda de mis favoritos en la vida). El personaje 2, por supuesto, continúa con su vida, con sus amigos de siempre, y con planes con personaje 1.

¡Anda! ¡Que esto era un blog de publicidad y marketing! Pues eso. Que la publicidad comparativa, esa de cocacola contra pepsi, o de el patrio don simón pegándose con minutemaid o sunnydelight, puede ser más entrenida, pero a la postre, es declarar una guerra que es mejor no meterse. Las peleas de otros, mejor dejarlas lejos... y entrar lo menos posible si no es para pacificar. Ea!