Paginas de mi Moleskine

Siempre he presumido de no presumir en el trabajo. Siempre he entendido que las cosas vienen solas: si trabajas, todo llega. No es necesario la publicidad cuando el que hablen (bien) de tí, te precede. En fin; estas cosas altruistas que me hacen más verde que rana. Y así era y así iba a seguir siendo, hasta que llegó el premio. Mi recompensa. Formato: blackberry. En la oficina todo en un año a todos nos pusieron una. Y la gente, cuanto más "importante" más cara de distraída tenía en los ascensores comprobando su email... hasta el absurdo de ir al baño y ver cómo algun directivo sustituía el abc por el trasto. Ahí entendí dos cosas: ese señor es un cerdo y asistía a "el fin" del periódico en formato papel.

Después de tres semanas en bcn, ocho puentes aéreos, jornadas de once horas de media y quince días trabajando sin parar, mi recompensa llegó en formato "tienes una nueva blackberry último modelo"(más otro detallito que no viene al caso). Una enanez pequeña, elegante, de inmensa dificultad para escribir, que casi no se oye y cuya pantallita obliga a que la letra sea letruja y la presbicia haga aparición, suddenly. Me encanta, claro. Y me he descubierto sintiendo un placer oscuro y tenebroso en dejarla tontamente sobre la mesa de las reuniones. Y, distraídamente, observo cómo los "otros" recogen sus antiguos modelos, zapatófonos que hace dos meses eran tecnología punta y hoy la miran con el suficiente asco como para considerarla potencial calzador para una mesa coja. Ayer algun retrasado con cargo me saludaba más cariñosamente que de costumbre. Como si la blackberry fuera un identificativo de algo. "¿Es de los míos?" Deben pensar. No tiene pinta... tan verde. Pero ahí estoy yo. Resistiendo a un gritito interno que dice "imbecil: busca una cuerda y cuélgate la puta black del cuello..." como si de un general se tratase, ahí, luciendo mi gran cruz al mérito. O el toisón, mismamente.