Paginas de mi Moleskine

Tenía una deuda pendiente con Marbella. Qué cosas, como si perteneciera al consistorio. Hace años pasé unas vacaciones para no olvidarlas nunca. Obviamente, con bicho. Por lo que cuando aquella relación se fue a la mierda, todo mi empeño era ese: borrarlas de mi memoria. Odiar Marbella y lo que significa es fácil: basta con darse una vueltita por la zona y en seguida le empiezas a coger un asquín, un noloentiendo, y un queperezapordios que facilita, grandemente, el empeño de olvidar.

En esta ocasión, escapadilla de apenas tres días, con alguna achispada de tinto de verano, horas de sol, minutos de siestas, medias horas de footing con perro por playas y dunas, algún nikki beach que otro y ver amanecer desde una terraza, parece que Marbella y yo hemos llegado a un pacto de no agresión. No creo que vuelva. El recuerdo de estos días enjuga suficientemente el de aquellos.

Estamos, definitivamente, en paz. Que no es poco. :)